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Una brigada femenina en Mozambique combate la violencia contra las mujeres
Una brigada femenina en Mozambique combate la violencia contra las mujeres / Foto: Alfredo Zuniga - AFP

Una brigada femenina en Mozambique combate la violencia contra las mujeres

La escena no es extraña en esta aldea de Mozambique: un marido enfadado agarra a su mujer. La disputa se agrava en medio de insultos, pero cuando levanta el puño, el hombre es interceptado por dos mujeres policías con "capulanas", el pareo tradicional africano.

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El hombre lucha, refunfuña y es derribado al suelo. Sus gesticulaciones no hacen nada. Recibe una andanada de golpes con palos ante los vítores del público.

La escena resulta divertida porque es solo un ejercicio. En la realidad, la violencia asola la vida cotidiana de las mujeres en esta zona rural cerca de Manica (centro oeste).

En Mozambique, cerca de la mitad de las mujeres se casan antes de alcanzar la mayoría de edad según la ONU, 22% son víctimas de violencia pero pocas lo denuncian. ¿Cuántas aquí lo han sufrido? La respuesta es "100%".

La violencia contra las mujeres es castigada por una ley de 2011, cuya aplicación encuentra resistencia, sobre todo en el campo, y el país ocupa el puesto 127 en el índice de desigualdad de género de la ONU.

Ante ello, la comunidad de Manica decidió tomar el asunto en sus manos con el impulso de una asociación local, Lemusica, acrónimo de "Levántate mujer y sigue tu camino".

Una brigada policial exclusivamente femenina, creada originalmente para cachear a las mujeres, fue transformada en 2009 en una unidad de lucha contra la violencia de género.

Su misión es detener inmediatamente a los agresores mientras llega la policía de la ciudad, situada a una hora de distancia por una carretera accidentada.

"Antes había mucha reticencia de parte de los hombres, pero después de diez años, a fuerza de hablar, explicar, sensibilizar, la violencia ha bajado", aseguró Elisa Eduardo, coordinadora de la brigada.

- Ley del silencio -

Rara vez se utiliza la fuerza, la mayoría de los conflictos se resuelven verbalmente. La prioridad es educar y asistir a las mujeres antes que perseguir a los agresores.

Cerca de la cárcel improvisada donde son llevados estos últimos, hay una sala habilitada para las víctimas, quienes pueden recibir tratamiento y dar su testimonio sin ser vistas ni exponerse a represalias, algo impensable hasta hace poco.

En el campo, el silencio es la regla y las mujeres violentadas suelen encontrar poco apoyo en sus familias cuando deciden denunciar.

"El resultado de un sistema patriarcal que nos educa con la idea de que las mujeres no tienen voz ni poder de decisión y que ellas no hacen nada importante en la vida", denunció Anchia Anaiva, presidenta de Lemusica.

La organización, que acoge a niños y adolescentes en la capital regional, Chimoio, hace hincapié en la educación y la emancipación, prácticamente imposibles en la aldea.

Vasco Filip, asesor del jefe tradicional local, tiene su propia opinión sobre la misión de las mujeres policías: "es bueno para que puedan registrar a otras mujeres, porque ellas pueden esconder objetos robados en sitios que los hombres no pueden registrar".

En cuanto a la violencia, "la hay, pero también hay violencia psicológica de las mujeres contra los hombres", aseguró.

Para la asociación, el diálogo es difícil pero la autoridad de los jefes tradicionales es ineludible, explicó Anaiva.

Con su atuendo elegante, su afro y sus discursos feministas, esta militante contrasta con el entorno.

Pero a las personas del pueblo que la ven como una chica de ciudad impregnada de ideas occidentales, ella les recuerda que la ley de 2011 "no la hizo Lemusica, la votó la Asamblea".

Y.Hube--MP