

Las huellas de una década de guerra en los adolescentes del este de Ucrania
Una potente explosión sacude las ventanas de un centro comunitario en el este de Ucrania mientras un grupo de adolescentes dibuja sentados en sus pupitres. "Es una bomba planeadora", comenta uno de ellos sin levantar la cabeza.
Con quince años, Bogdan Masliy sabe reconocer por el sonido el tipo de municiones rusas que destruyen poco a poco su ciudad, tras once años de guerra en esta región minera del este del país.
Sentados en círculo en el suelo, Bogdan y sus amigos conversan en el centro Slovianska Mria ("El sueño de Sloviansk" en ucraniano), donde socializan pero también ayudan a niños más pequeños.
"Ya no somos adolescentes", comenta Bogdan al grupo, que asiente. Todos expresan, con gravedad de adultos, la sensación de haber crecido demasiado rápido al solo haber conocido la guerra.
A su lado, Anna, de 14 años, sueña con "ser niña otra vez, aunque sea solo por unos segundos".
En esta zona, los primeros combates estallaron en 2014, cuando Rusia fomentó un conflicto armado en el este de Ucrania, tras una revolución proeuropea en Kiev.
Sloviansk fue ocupada durante tres meses por milicias separatistas, entre ellas "hombres con pasamontañas negros", recuerda Bogdan, antes de que el ejército ucraniano retomara la ciudad.
Desde 2015 el conflicto parecía congelado, aunque parte del este escapaba al control de Kiev.
Todo cambió con la invasión rusa iniciada en febrero de 2022, que permitió a Moscú ocupar nuevos territorios y dejó cientos de miles de muertos y heridos.
- Jóvenes libres -
Otra adolescente, Sofia, sueña con irse a Estados Unidos para estar separada de Rusia por "un enorme océano".
El frente está a solo unos diez kilómetros de la ciudad, que sigue siendo atacada por las tropas rusas que avanzan en el este.
Yevgenia Alfimova, que fundó el centro en 2015, observa con tristeza la madurez prematura de los adolescentes, moldeada por las bombas.
Admira, sin embargo, su libertad en una región donde muchos adultos sienten nostalgia de la URSS, de la que Ucrania formó parte hasta 1991. "Ellos son diferentes. No se les puede meter en una jaula", destaca esta trabajadora humanitaria de 53 años.
Entre los edificios destrozados de Sloviansk aún viven unas 50.000 personas, la mitad de la población previa a 2022.
Parques y mercados siguen abiertos, y unos 5.500 niños, según el ayuntamiento, permanecen en la ciudad y siguen su educación en línea, como en todas las zonas cercanas al frente.
En la agenda de Bogdan de esta semana figuran clases de primeros auxilios y combate con cuchillo, porque "el frente está cerca y hay que estar preparados, por si acaso..."
Cuando puede se reúne con su grupo de rock para ensayar fuera de la ciudad. La música lo ayuda a silenciar sus pensamientos, alimentados por los horrores de la guerra y su propia historia.
Al inicio de la invasión estuvo brevemente en Vinnytsia (centro-oeste de Ucrania), donde jóvenes mayores lo golpearon en la calle y lo llamaron "separatista".
Por eso quiere ser trabajador humanitario, para ayudar incluso a quienes lo agredieron a "comprender" su región.
Como muchos grupos desde el inicio de la invasión, Bogdan y sus amigos cantan cada vez más en ucraniano, a pesar de estar en una región mayoritariamente rusohablante.
Él, pese a tener abuelos rusos, espera que Ucrania recupere algún día todos los territorios ocupados por Moscú.
G.Loibl--MP