Wuchkai, pueblo mártir convertido en centro de ayuda humanitaria tras terremoto en Afganistán
Una aldea en el sudeste de Afganistán, devastada por un terremoto -cuyo epicentro se encontraba a pocos kilómetros de distancia-, intenta volver a la vida tras la ansiada llegada de la ayuda humanitaria.
Desde la ciudad de Urgun, se llega a Wuchkai en tres horas, por una pista de tierra estrecha y llena de baches donde, a veces, dos vehículos no pueden cruzarse.
Este único camino, polvoriento después de dos días consecutivos de sol caliente, es prácticamente intransitable en tiempos de lluvia fuerte, como la noche del terremoto y la siguiente.
Aislada, desprovista de red eléctrica y de agua, la aldea se extiende sobre una amplia zona rodeada de montañas, y es atravesada por un río casi seco.
Varias decenas de viviendas quedaron totalmente destruidas por el fuerte sismo del miércoles, cuyo epicentro se registró a menos de 10 km de distancia.
El pueblo enterró docenas de muertos. En total, más de 1.000 habitantes de la región fallecieron, más de 3.000 resultaron heridos y otros miles quedaron sin hogar.
Al igual que Raqim Jan, de 23 años, que perdió a 11 miembros de su familia. Todos vivían juntos en una casa de un solo piso, que ahora está en ruinas.
Actualmente vive con otras cuatro familias, entre ellas 15 mujeres y unos 20 niños, en tres grandes tiendas de campaña situadas cerca de sus casas destruidas.
- Ayuda insuficiente -
"Pido y espero del mundo y del gobierno que nos proporcionen lo esencial para vivir", explica el joven sin ocultar su ira.
"Las tiendas, los alimentos y la harina que recibimos durante unos días no son suficientes", asegura.
En medio de las tres tiendas, un pequeño fuego arde para cocinar la comida.mientras que sobre un muro se colocan mantas en montones.
Niños jugando, bebés llorando, una vaca atada a un poste, gallinas caminando. Las condiciones de higiene podrían deteriorarse rápidamente.
Los hombres revisan las casas destruidas, buscando recuperar lo que puede servir.
Las paredes de ladrillo y la tierra seca todavía en pie están agrietadas, amenazando con derrumbarse en cualquier momento, sobre todo porque se siguen sintiendo sacudidas sísmicas.
La última, el viernes por la mañana, se cobró la vida de cinco personas en el distrito de Gayan, donde se encuentra Wuchkai.
En el centro de la aldea, vehículos de los organismos de la ONU (PAM, ACNUR, UNICEF), de ONG internacionales (MSF, Media Luna Roja) y locales circulan por las calles polvorientas.
Traen alimentos, artículos de primera necesidad, medicinas y tiendas de campaña.
Siete camiones del Programa Mundial de Alimentos llegaron por la mañana desde Kabul. Otros estan en camino. Médicos sin Fronteras también envió dos camiones.
Las distribuciones comenzaron, a veces en forma un poco anárquica. Como en la parte trasera de un camión, lleno de bolsas grandes de frijoles y fletado por un hombre de negocios de la región, donde decenas de hombres intentan conseguir una.
La multitud provoca la detención de un joven, bruscamente embarcado en el vehículo de una patrulla de talibanes armados.
En un gran terreno baldío, los helicópteros del ejército siguen aterrizando regularmente.
Desde las primeras horas después del terremoto, permitieron transportar a los heridos a los hospitales de la región, así como cargamentos de víveres y de artículos de primera necesidad.
No lejos de allí, Kawsar Uddin, de 20 años, y su tío llevan cada uno una de las tiendas colectivas distribuidas por una ONG local.
Será el único refugio para sus familias, por un tiempo indeterminado. Como para muchos otros sobrevivientes.
Su casa está completamente destruida.
El joven no pudo salvar a su padre. Con sus tres hermanos menores, su tío y los hijos de este último, pudieron salir sanos y salvos.
Ante la afluencia de ayuda que llega, sigue desconfiando de las motivaciones de algunos de los que vienen a echar una mano.
"Repartieron comida y tiendas de campaña, pero algunos hacen negocios con la sangre de los afganos", acusa.
G.Loibl--MP