Sobrevivir en Birmania en medio de una inflación galopante
"Si trabaja una sola persona, la familia no tendrá suficiente dinero para comer". En Birmania, la inflación desbocada se añade a la crisis política, y la población se encuentra a merced de las subvenciones a algunos productos básicos para poder sobrevivir.
Bajo las lluvias del monzón, decenas de personas hacen cola en las calles de Rangún para comprar aceite de cocina subvencionado, uno de los muchos productos que con la doble crisis política y económica se han vuelto caros y más difíciles de encontrar.
El país, dirigido por una junta militar desde el golpe de Estado del 1 de febrero de 2021, tuvo una inflación del 17,8% en abril, según los últimos datos oficiales.
"Si trabaja una sola persona, la familia no tendrá suficiente dinero para comer", cuenta Khin Khin Than, una ama de casa de 55 años, mientras espera a poder llenar su botella de plástico de aceite de cocina, vendido por una asociación local.
Khin Khin Than calcula que el precio del aceite de cocina pasó de 5.000 kyats a 9.000 kyats (4,2 dólares) para 1,6 litros, es decir un aumento de casi el 80%.
Pese a la represión de las voces discordantes, incluso el diario oficial habla a diario de la carestía del arroz, los huevos, las verduras o los alquileres.
La inflación agrava la crisis económica, en un país que según las proyecciones del Banco Mundial habrá perdido este año un 13% de su PIB respecto a 2019.
En Birmania, casi el 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, según el Banco Mundial, que enumera los problemas que aquejan la economía local: alza en el precio de los productos importados a causa del conflicto en Ucrania, cortes de electricidad, enfrentamientos armados en el país, cambios de políticas por parte de la junta...
- A expensas de la generosidad ajena -
Ante la subida de la gasolina, en niveles récord, la prensa oficial reportó el jueves que la junta ha creado un comité especial para importar petróleo de Rusia, uno de los escasos aliados de la junta birmana, por lo demás bastante aislada a nivel internacional.
En este contexto, muchos tienen que contar con la generosidad ajena para llenarse el estómago.
"Si cocinamos en casa resulta que no hay electricidad, y el arroz está caro", explica Lay Lay, que como cientos de personas espera ante un templo budista en Rangún a que le pongan por delante un plato gratis de arroz y curry.
"Los ingredientes son demasiado caros para un jubilado", asegura.
Ashin Ottamasiri, el monje que supervisa la distribución, indica que su templo ofrece cada día 500 cupones que dan derecho a una comida cocinada por los monjes, con los alimentos que ellos mismos reciben a modo de ofrenda.
"Algunos días hay más de 600 personas", detalla. "Si nos faltan arroz y curry ofrecemos pasteles, aperitivos y fruta".
"No puedo dar alojamiento a mucha gente, pero al menos puedo compartir la comida, para que la gente coma lo mismo que yo", dice el monje.
O.Braun--MP