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Pese a la cercanía del frente, Galina cuida de su jardín en el este de Ucrania
Pese a la cercanía del frente, Galina cuida de su jardín en el este de Ucrania / Foto: Aris Messinis - AFP

Pese a la cercanía del frente, Galina cuida de su jardín en el este de Ucrania

Inclinada en su jardín, la frágil silueta vacilante de Galina contrasta con los poderosos blindados que pasan por delante de su casa, en Chasiv Yar, en el este de Ucrania.

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"Me encanta la jardinería", explica esta mujer de 69 años con pequeños ojos azules que brillan en su rostro arrugado. "El año pasado, tenía tomates increíbles, incluso sandías, pequeñas, pero eran una delicia", continúa.

Su ciudad, donde reside desde hace 38 años, es la primera al oeste de Bajmut, localidad defendida desde hace meses por los ucranianos y que las fuerzas rusas y el grupo paramilitar Wagner intentan conquistar.

Bombardeada regularmente, Chasiv Yar -que contaba con 13.000 habitantes antes de la guerra- podría ser el próximo objetivo del ejército de Moscú si éste logra conquistar Bajmut.

El jardín de Galina es una parcela de tierra no muy delimitada en la parte trasera de su edificio de tres plantas, donde vive en un departamento en el primer piso con su hijo discapacitado, de unos cuarenta años.

Justo delante pasa una carretera por la que transitan a toda velocidad los vehículos blindados y tanques ucranianos que se dirigen a las líneas del frente y a Bajmut, o bien que regresan de allí.

El estruendo de los cañones y morteros que lanzan proyectiles hacia las posiciones rusas no cesa de resonar en la ciudad.

Pero nada perturba a Galina. "Cuando me di cuenta de que la guerra había comenzado, planté violetas y muchos otros tipos de flores. Crecen en el bosque, así que las cultivo aquí para no extrañarlas. Me siento feliz cada vez que las miro", asegura.

Vestida con un elegante abrigo gris jaspeado abotonado hasta el cuello, calzas coloridas y botines, Galina afirma estar disgustada.

- Acostumbrada a silbidos y explosiones -

"Solo necesito una pala más pequeña para excavar y poder plantar mis semillas de flores", dice, mostrando su herramienta voluminosa casi tan grande como ella.

También lamenta no tener "mucho tiempo para cultivar. Tengo que cuidar de mi vecina, tiene 93 años, como habría tenido mi madre. Le traigo agua y pan", prosigue.

En su barrio, poblado de construcciones antiguas de la época soviética, pocos habitantes aún residen. Algunos tejados llevan los estigmas de los ataques rusos.

"Allí, como ven, cayó una bomba", indica Galina señalando un edificio.

Dos de sus vecinos vivían allí, pero las autoridades los trasladaron "a otra casa, porque ya no era posible vivir allí, no había techo", explica.

Viuda desde 1994, indica que se queda en Chasiv Yar para cuidar de su hijo.

"Un día, mi hijo fue al centro de ayuda. Y allí su amigo resultó herido (por una metralla). Llegó una ambulancia y lo trataron. Mi hijo se asustó mucho. Solía cargar su teléfono allí, pero ahora ya no lo hace", continúa Galina.

También tiene una hija, que vive en Alemania, está casada y tiene tres hijos.

"Cuando había una red telefónica, podíamos comunicarnos. Hace como un mes, me dijo: 'Me gustaría que vinieras a nuestra casa'. Pero me quedaré aquí", comenta pensativa.

De repente, un proyectil silba y explota a unos cientos de metros al este de la ciudad.

"No hay nada que temer. Verá, no tiemblo, estoy acostumbrada", comenta sonriente. "Solo espero estar a salvo", resume.

F.Bauer--MP