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La difícil tarea de los centros de transición para yihadistas en Nigeria
La difícil tarea de los centros de transición para yihadistas en Nigeria / Foto: Audu Marte - AFP

La difícil tarea de los centros de transición para yihadistas en Nigeria

En una zona árida del norte de Nigeria, mujeres con velo pasan rápido ante puestos de comida mientras los hombres esperan tranquilos entre largas hileras de tiendas de campaña, en lo que parece ser un típico campamento de desplazados.

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En realidad, el campo de Hajj, en el estado de Borno, es un centro de transición para decenas de miles de exyihadistas, sus familias y aquellos que vivieron bajo su control.

A cambio de su libertad, el gobierno les ha convencido para que se rindan, para poner fin a la insurrección de Boko Haram y del grupo Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) que ha matado a miles de personas y ha obligado a desplazarse a más de dos millones desde 2009.

Pero una investigación de la AFP revela graves problemas en el proceso de selección y de desradicalización.

En mayo de 2021, murió el jefe histórico de Boko Haram, Abubakar Shekau, en enfrentamientos con el ISWAP. Sus combatientes y las personas que vivían bajo su control debían decidir entre sumarse al grupo rival o huir.

Las autoridades actuaron rápidamente y lanzaron folletos desde helicópteros en las zonas frecuentadas por los yihadistas para prometerles que no les harían daño.

"No os entregaremos al ejército. Os cuidaremos a vosotros y a vuestras familias en un campamento en Maiduguri durante cuatro o cinco meses y después seréis puestos en libertad", decían los panfletos.

La estrategia funcionó. Desde 2021, más de 90.000 personas afiliadas a grupos yihadistas se rindieron. La mayoría pasaron por Hajj, otras por instalaciones parecidas (Shokari y Bulumkutu).

La gran mayoría de estas personas no son excombatientes, más bien familias que vivieron bajo el yugo yihadista.

- Criba insuficiente -

Durante varios meses, la AFP --primer medio internacional en acceder a Hajj, el más grande de esos tres campos--, habló con 12 antiguos residentes que no quisieron revelar su identidad, entre ellos excombatientes, así como dos responsables y cooperantes.

Pero estos antiguos residentes, cuyos nombres han sido modificados, describen una selección poco rigurosa, a pesar de que, según la documentación oficial, se efectúa un "proceso intensivo de identificación y evaluación".

Entre los tres excombatientes interrogados, sólo uno afirma que le preguntaron en qué enfrentamientos había participado. A las mujeres se las considera sistemáticamente como "esposas" y no se les hacen preguntas.

Uno de los tres agricultores entrevistados, que vivía bajo control de Boko Haram, declaró que las autoridades preguntaron a antiguos combatientes que lo señalaran a él y a otros si pensaban que eran "uno de los suyos".

Los jefes de las comunidades y los grupos de autodefensa (CJTF) también participan en la identificación.

"Hay corrupción, a veces familiares vienen y dan algo a los CJTF para que digan 'estos no son de Boko Haram'", dice Abdul, de 43 años, un exjuez de la sharía bajo el grupo yihadista.

El general retirado Abdullahi Sabi Ishaq, consejero especial del gobernador para asuntos de seguridad, declaró que el programa, incluyendo la identificación, fue "efectuado por "profesionales".

En teoría, los excombatientes permanecen en el campamento varios meses y los otros varios días.

- Poca desradicalización -

Ishaq asegura que los excombatientes siguen una formación de dos semanas, con clases sobre "valores del islam" y "derechos humanos fundamentales".

Antes de ser liberados, los hombres deben prestar juramento y prometer que no volverán a la región yihadista ni trabajarán para los que siguen combatiendo.

"Momo", que integró Boko Haram con 13 años, dice que participó en "numerosos ataques" contra soldados e infieles para establecer un "Estado islámico" antes de rendirse.

Durante sus cinco meses en Hajj, "Momo", ahora de 26 años, explica que los predicadores le dijeron que debía "ser paciente con la gente cuando nos fuéramos, que teníamos que ser obedientes con las autoridades locales y que debíamos ser serios con nuestros deberes religiosos".

Este es el proceso de "desradicalización" que dijo que siguió.

Entre los no combatientes, también hay quienes tienen principios radicales, como Abdul.

El exjuez pasó años infligiendo latigazos a quien no seguía la interpretación de la sharía, la ley islámica.

Este padre de nueve hijos, que vive actualmente libre, dice que le habría gustado unirse al ISWAP si hubiera podido, en lugar de rendirse.

Saratu, una mujer de 20 años casada con un alto mando de Boko Haram, también parece lamentar haber dejado el grupo que, según ella, "sólo mataba a drogados".

- Ausencia de justicia -

Otra motivación para que los yihadistas se rindan es que las autoridades les dan dinero: ayudas mensuales y un monto cuando se van.

Esta medida suscita tensiones entre los habitantes de Borno, que sufren el conflicto desde hace años. Muchos consideran que las víctimas merecen una compensación.

"Se han cometido crímenes graves. Alguien debe rendir cuentas porque sin una cierta forma de justicia, es difícil pensar cómo puede haber una paz duradera", señala un experto internacional en seguridad, que requirió el anonimato.

Con un presupuesto de unos 150 millones de dólares, Borno planea construir otro centro y tres "pueblos integrados", donde los combatientes que se han rendido podrían vivir temporalmente antes de reintegrar la comunidad.

"Quizás su plan funcionará", admite el experto en seguridad. Pero "si no es el caso, el riesgo es que tengan excombatientes violentos en libertad que podrían retomar las actividades criminales o terroristas".

Dos semanas después de las entrevistas, la AFP recibe una llamada de una fuente. Saratu, la esposa de un alto mando de Boko Haram, volvió a la región yihadista con sus hijos, dice la fuente.

La unidad de su marido ha sido acusada desde entonces de haber masacrado a 37 pescadores el mes pasado en el norte de Borno.

F.Bauer--MP