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El doble castigo de los refugiados ucranianos que volvieron a Járkov
El doble castigo de los refugiados ucranianos que volvieron a Járkov / Foto: Sergey Bobok - AFP

El doble castigo de los refugiados ucranianos que volvieron a Járkov

Cuando recoge trozos de metal cerca de la cama elástica de su hija, Tatiana Filipova recuerda el bombardeo de drones rusos en su barrio en Járkov (nordeste de Ucrania), donde regresó tras haber huido al inicio de la guerra.

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Como ella y su familia, centenares de miles de personas escaparon de la región fronteriza de Járkov, ocupada parcialmente por el ejército de Rusia durante los primeros meses de la invasión rusa, que empezó en febrero de 2022.

Después de varios meses lejos de sus casas, miles de ellos regresaron a una región que en el otoño de 2022 recuperó el ejército ucraniano.

Desde entonces, intentaron recuperar una vida parecida a la normalidad, pero ahora se ve amenazada por una contraofensiva del ejército ruso en la ciudad de Kupiansk, un nudo ferroviario situado en la misma región de Járkov.

Las autoridades de varias decenas de localidades en los aledaños de Kupiansk pidieron la semana pasada a sus habitantes que evacuaran sus casas ante el avance de las tropas rusas, que podrían ocupar de nuevo esa zona.

"Mi vida se detuvo", lamenta Filipova, de 35 años, recordando el día en que huyó de su localidad en marzo de 2022.

Esta responsable de marketing se refugió en la región de Cherkasy (centro) con su hija de 3 años, sus tres gatos y todo lo que pudo llevarse en el maletero del coche.

Durante ese periodo, también se separó de su marido, quien tuvo que quedarse en Járkov al lado de su abuelo enfermo.

Tras meses de incertidumbre, decidió regresar a su localidad después de la retirada del ejército ruso. Pero su esperanza de recuperar una vida normal se desvaneció cuando su barrio fue bombardeado.

- Bombardeos "en cualquier momento" -

Cuando sintieron esa noche el ruido de los drones "Shahed", fabricados en Irán, se apartaron de las ventadas y su marido protegió a su hijo con su cuerpo.

Una bomba estalló contra un instituto técnico y la deflagración impactó en su casa, agrietando las paredes. Otra también explotó cerca y la metralla agujeréo la valla" de su domicilio.

"Cuando vivimos en Járkov, nos pueden impactar (los bombardeos) en cualquier momento", reconoce Filipova.

Como ella, numerosos refugiados que regresaron a Járkov viven bajo el miedo permanente de los bombardeos sobre esta gran localidad, situada a unos 30 kilómetros de la frontera con Rusia.

Museos parcialmente destruidos, universidades con techos agujereados y calles con grandes agujeros ilustran el rastro de la guerra.

"Si nos hubiéramos quedado en Kiev, esto nunca hubiera pasado", dice a sus hijos, Victoria Revenko, de 38 años, refiriéndose a la muerte de su marido en el frente de combate.

A sus dos hijos, de 11 y 9 años, les cuesta aceptar el deceso de su padre y siguen mandándole mensajes a su teléfono móvil.

Pese a la amenaza constante de la guerra, 1,2 millones de personas viven actualmente en Járkov, mientras que antes del inicio del conflicto eran 1,5 millones, según el alcalde Igor Terejov.

Pero durante los primeros meses de la invasión rusa solo se quedaron 300.000 personas en la segunda ciudad del país, que siempre estuvo bajo control del ejército ucraniano.

- "Fatalismo" -

La analista política Natalia Zubar explica a la AFP que los numerosos casos de habitantes que regresaron a Járkov reflejan "el fatalismo" de aquellos que viven con gran sufrimiento el exilio y prefieren asumir el riesgo de vivir en una ciudad amenazada por las bombas.

Según un famoso chiste, a los habitantes de Járkov se los distingue de los otros ucranianos ya que son aquellos que menos corren al sentir una sirena antiaérea.

Los bombardeos resultan tan habituales en esa ciudad que ante las alarmas antiaéreas muchos de sus habitantes siguen haciendo vida normal y no se esconden en los refugios antiaéreos.

Alina Ostrykova, de 31 años y que trabaja en una oenegé, ve un buen ejemplo de ello en la actitud de una chica que se pasea con tacones delante de un bar de moda.

"Ella sabe que no le resultará nada fácil correr hacia un refugio con tacones", explica a la AFP esta mujer, de 31 años.

"¿Pero qué opción le queda a la gente? ¿Solo correr?", se pregunta sobre la voluntad de una parte de los ucranianos de recuperar la indolencia de la vida normal previa a la guerra.

J.P.Hofmann--MP