El desminado en Birmania, una labor difícil con medios rudimentarios
Seis hombres inspeccionan la maleza en el este de Birmania con rastrillos y azadas. La unidad de desminado de un grupo rebelde "limpia" con estos medios rudimentarios un territorio corroído por el conflicto entre la junta militar y las fuerzas prodemocracia.
Uno de los combatientes levanta con sus propias manos una mina cubierta de barro y se la da a un compañero, que desactiva la carga explosiva con unas pinzas.
Estos artificieros recorren las montañas del estado de Kayah, un bastión de la resistencia, para favorecer el regreso de los habitantes expulsados por la violencia.
Según la ONU, los combates en esta región fronteriza de Tailandia provocaron el desplazamiento de más de 100.000 personas desde el golpe de Estado de febrero de 2021, que llevó al ejército al poder.
Los desplazados que aspiran a regresar se exponen a las minas sembradas por los soldados, poniendo en peligro sus vidas.
"Las zonas que hay que 'limpiar' son extensas y debemos movilizar a numerosos soldados", explica a la AFP Sin Phyu, de las Fuerzas de Defensa de las Nacionalidades Karenni (KNDF).
"Incluso si pudiéramos permitirnos comprar un detector de minas, sería insuficiente. Trabajamos lentamente con el material que tenemos", agrega este especialista en desminado, de 31 años.
Al igual que decenas de otros grupos prodemocracia, las KNDF tomaron las armas hace dos años en reacción al golpe militar que derrocó a la dirigente electa Aung San Suu Kyi.
Resisten gracias a las armas que le arrebatan al enemigo, a las que compran en el mercado negro o a las que fabrican por sus propios medios, en medio de la selva.
Su eficacia sorprendió a la junta, según los analistas. Cuando el ejército regular fue repelido, el equipo de Sin Phyu comenzó a patrullar las zonas de combate abandonadas en busca de explosivos ocultos.
- Prioridad al desminado -
"Damos prioridad al desminado para que los lugareños puedan cultivar los campos y vivir en casa", asegura Sin Phyu.
Su unidad encuentra entre 60 y 70 minas cada mes, principalmente modelos cilíndricos M14, utilizados por primera vez por Estados Unidos en los años 1950.
Birmania no firmó la convención de la ONU que prohíbe el uso, adquisición, producción y almacenamiento de minas antipersonales.
Éstas son utilizadas "a gran escala" por la junta, que ataca sobre todo iglesias y los caminos que conducen a los arrozales, denunció Amnistía Internacional el año pasado.
Los rebeldes Karenni también utilizan minas, pero solo para proteger sus bases y campos de batalla, admite Sin Phyu. También asegura que las KNDF advierten a los habitantes de los riesgos de volver antes de que pase un equipo de desminado.
Pero sus advertencias no bastan para evitar tragedias. Hla Win, de 34 años, quería recuperar unas mantas de casa para protegerse del frío en el campamento de Pekón, donde se refugió para escapar de los combates cercanos a su aldea.
Pisó una mina antes de llegar a la puerta de casa, pasó trece días en el hospital y le amputaron una pierna. "Mi cuerpo saltó y cayó", detalla desde la tienda del campamento donde se refugió con su hijo.
Joseph, un exsoldado de la KNDF, también perdió una pierna al saltar sobre una mina durante unos combates contra la junta en el estado de Kayah, en enero de 2022. Pero fue tratado a tiempo, a diferencia de los compañeros que murieron por haber perdido demasiada sangre, cuenta el joven de 19 años.
Su prótesis le impide volver al frente pero trabaja en una radio prodemocracia. "Sufro depresión y he pensado en suicidarme", cuenta.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) informó en febrero que 390 personas habían resultado heridas o muertas en Birmania por minas terrestres o artefactos explosivos sin detonar en 2022, lo que supone un aumento de casi 40% con respecto al año anterior.
M.Schulz--MP