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La masacre de coreanos en Tokio en 1923, un tema pendiente para la memoria de Japón
La masacre de coreanos en Tokio en 1923, un tema pendiente para la memoria de Japón / Foto: Richard A. Brooks - AFP

La masacre de coreanos en Tokio en 1923, un tema pendiente para la memoria de Japón

A sus 86 años, Kim Do-im continúa esperando que Japón reconozca algún día su responsabilidad en una masacre cometida por Tokio hace un siglo, que muchos coreanos desconocen y en la que un tío suyo murió.

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El cuerpo de ese pariente nunca fue encontrado y las circunstancias precisas de su muerte siguen siendo un misterio. Pero Kim está convencida: "lo mataron solamente porque era coreano".

"Me duele en el alma" que Japón nunca se haya disculpado oficialmente por esta matanza, en gran parte escondida, dice a la AFP la mujer, hija de migrantes coreanos llegados a Japón hace un siglo. "Quiero que el gobierno pida perdón".

El 1 de septiembre de 1923, un terrible sismo de magnitud 7,9 asoló la llanura de Kanto, donde se encuentra la capital japonesa, densamente poblada y compuesta esencialmente de edificios de madera en aquel entonces.

Unos gigantescos incendios, atizados por un fuerte viento, agravaron considerablemente el balance humano de la catástrofe (105.000 fallecidos). El pánico se apoderó de los habitantes y las autoridades temieron que la situación derivara en disturbios.

Rápidamente, empezaron a correr rumores de que los coreanos estaban intentando aprovechar el caos para robar, incendiar, matar a japoneses e, incluso, dar un golpe de Estado. Alentadas por las autoridades, se formaron unas milicias ciudadanas armadas con lanzas de bambú, sables y barras de hielo. La caza de coreanos empezó.

Corea era una colonia japonesa desde 1910. Los migrantes de ese país eran odiados por la clase obrera de Japón, que veía en ellos mano de obra "barata". Y a los estudiantes coreanos de Tokio, el poder los percibía como independentistas "peligrosos", explica Kenji Hasegawa, profesor de historia moderna japonesa en la universidad nacional de Yokohama.

- "Papel central" del Estado -

El balance de la masacre es muy impreciso, pues el Estado nipón no ha investigado seriamente los hechos.

Unos meses después de la tragedia, el gobierno lo evaluó en unos cuantos centenares de muertos. "Pero los investigadores apuntan ampliamente a una estimación de varios millares", dice a la AFP Tessa Morris-Suzuki, una profesora emérita de historia japonesa en la universidad nacional australiana.

"Muchos testimonios recabados justo después de los hechos muestran que la policía y el ejército participaron en la matanza", agrega.

"Un gran número" de migrantes chinos también fueron asesinados en ese episodio, que duró varios días, subraya asimismo Hasegawa.

Masao Nishizaki, de 61 años, pasea a orillas del río Arakawa, en el barrio del este de Tokio en el que vive. De repente, se detiene: "Es aquí".

En ese lugar, en 1923, había un puente en el que hombres armados filtraban a la población que quería cruzar del otro lado del río para huir de los incendios causados por el sismo, explica Nishizaki.

A los que identificaban como coreanos, los "mataban ahí mismo" y los cadáveres, los "amontaban como si fuera madera", cuenta Nishizaki, director de una asociación de memoria de la matanza llamada Housenka.

Nadie sabe de dónde salieron los primeros rumores sobre los coreanos. Pero el "papel central" del Estado en su difusión genera "consenso" entre los historiadores desde hace décadas, destaca Hasegawa.

Más allá de la amenaza teórica que representaban algunos coreanos rebeldes para el Estado, las autoridades buscaban sobre todo "controlar las multitudes" de afectados por el sismo y los incendios, "movilizándolos" contra un enemigo fantasma, sostiene el investigador.

- Un revisionismo tenaz -

Después del derramamiento de sangre, el gobierno declinó cualquier responsabilidad y organizó una campaña para "dar la impresión" de que los coreanos realmente cometieron crímenes y así legitimar los rumores y sus trágicas consecuencias, comenta Hasegawa.

Actualmente, los grandes medios y los libros escolares se limitan a indicar que unos "rumores" desencadenaron la masacre, sin cuestionar la actuación del Estado.

La gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, para contentar a su base electoral nacionalista, juzgó "políticamente ventajoso" considerar que las circunstancias de la masacre fueron controvertidas, y que lo mejor era homenajear a todas las víctimas de las tragedias de 1923 sin hacer diferencias.

Una forma de "borrar" el recuerdo de la matanza y de "asentar la duda" sobre su autenticidad, denuncia Hasegawa.

Japón suele ser acusado de revisar su violento pasado militarista en Asia en la primera mitad del siglo XX.

"El riesgo de que algún día se repitan los mismos errores seguirá existiendo si no sacamos lecciones de la historia", advierte Nishizaki.

I.Frank--MP