El gobierno chino promueve el turismo en la golpeada región de Xinjiang
Los viajeros chinos colman los bazares de la antigua Kasgar, degustando kebabs de cordero y empapándose de una versión mercantilizada de la cultura uigur como parte de la política gubernamental para convertir a la golpeada región de Xinjiang en un paraíso turístico.
En una visita reciente de la AFP, miles de turistas abarrotaban las callejuelas de esta ciudad, comprando pañuelos de seda y panecillos locales, o sacándose fotos frente a la fachada de color amarillo pastel de la mezquita Id Kah.
"La ciudad vieja es el corazón y el alma de Kasgar con su larga historia, su rica cultura y su arquitectura única", dice un guía turístico uigur que acompaña a un grupo de visitantes, principalmente de la etnia han mayoritaria en China.
Kasgar, antaño un oasis en la ruta de la seda, figuraba hace poco en el centro de la campaña antiterrorista desplegada contra la población uigur, mayoritariamente musulmana, de esta región noroccidental.
Las afueras de la ciudad todavía están salpicadas por los centros que el Partido Comunista describió como escuelas formativas, pero que investigadores y dirigentes occidentales consideran campos de detención ilegal para musulmanes.
Después de años atacando sus tradiciones, el gobierno chino destina ahora grandes cantidades de dinero para promover una versión mercantilizada de la cultura uigur para atraer turistas.
"A muchos turistas les gusta tanto que vuelven, montan negocios... y viven aquí junto a las otras minorías étnicas como una gran familia", afirma el guía uigur.
Decenas de tiendas se dedican a la moda de las "fotos de viaje", tomadas por un fotógrafo profesional, en las que los viajeros pueden pagar unos 1.500 yuanes (205 dólares) para pasear y posar por la ciudad con velos y otras vestimentas uigures.
Esta celebración del folclore contrasta con las políticas de las autoridades, como la prohibición de usar velo islámico o llevar barba larga, o la demolición de gran parte del casco viejo de Kasgar.
Este fue el destino del Gran Bazar de Kasgar, antes hogar de miles de mercaderes de especies y telas y ahora convertido en un cúmulo de escombros.
- "Publicidad positiva" -
El poder chino contempla el turismo como un medio de desarrollar esta región rica en recursos, pero históricamente pobre, y esta estrategia ha ganado tracción este año con el fin de la restrictiva política anticovid.
El mes pasado, el presidente Xi Jinping instó a "reforzar la publicidad positiva y a demostrar la nueva atmósfera de apertura y confianza de Xinjiang".
La oficina turística regional planea gastar unos 700 millones de yuanes (casi 100 millones de dólares) en 2023, más del doble de lo destinado en 2019.
En paralelo se anunciaron una ola de nuevos proyectos en la región, desde hoteles de lujo a cámpines, pasando por rutas ferroviarios y parques de actividades.
Entre estos proyectos hay acuerdos por más de 1.700 millones de dólares con marcas de hoteles occidentales como Hilton, Sheraton o InterContinental, dijo en junio el diario del Partido Comunista, People's Daily.
El turismo también brindó a Pekín la oportunidad de responder a las críticas sobre sus políticas en Xinjiang.
Investigadores, activistas y uigures exiliados denuncian años de abusos sistemáticos como detenciones masivas, trabajos forzados, controles forzosos de la natalidad o adoctrinamiento.
"¿La gente parece oprimida? ¿La ciudad tiene aspecto de una prisión al aire libre como dice Estados Unidos?", dijo una periodista afín al poder en julio en Twitter junto a imágenes de ella comiendo y bailando con locales en Kasgar.
El Ministerio de Relaciones Exteriores chino dijo a la AFP que en Xinjiang "la vida de la gente mejora continuamente, los espacios culturales prosperan y la religión es armoniosa y afable".
El desarrollo turístico coincide con una relajación de las medidas de seguridad en las ciudades donde antes los uigures eran continuamente sometidos a inspecciones. Ahora, en Kasgar, la AFP apenas vio un puñado de agentes.
- Prohibido el rezo -
Pero fuera del circuito turístico, en el pueblo mayoritariamente uigur de Yengisar, una señal en un cementerio islámico prohibía "actividades religiosas" como arrodillarse, postrarse o recitar las escrituras.
La misma señal permitía las ofrendas para la festividad de Qingming, una tradición china que consiste en limpiar las tumbas de los muertos, seguida normalmente por los han, pero no los uigures.
Una docena de mezquitas alrededor de Kasgar estaban cerradas y abandonadas. En algunas habían retirado los minaretes y otras marcas islámicas y lucía el eslogan: "Ama al país, ama al Partido".
En la mezquita Id Kah de Kasgar, rodeados de numerosos turistas, rezaban algo más de una veintena de hombres ancianos, lejos de los miles de fieles que se congregaban hace una década.
"La destrucción de sitios religiosos (...) es parte de un amplio conjunto de políticas que están transformando el paisaje y desconectando la cultura uigur de la geografía" de Xinjiang, dice Rian Thum, experto de historia uigur en la Universidad de Mánchester.
Es en la periferia de Kasgar, donde se encuentran los supuestos campos de retención, que aún pueden verse las cicatrices de la política de Pekín.
Aunque hay algunos abandonados o destinados a otros usos, otros todavía parecen operativos, para incomodidad de las autoridades.
"¡No tomen ninguna foto!", grita una mujer desde un vehículo que siguió al equipo de la AFP. "Aquí no está permitido".
A.Kenny--MP