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Marsella, una ciudad simbólica para el papa marcada por la migración
Marsella, una ciudad simbólica para el papa marcada por la migración / Foto: Nicolas Tucat - AFP

Marsella, una ciudad simbólica para el papa marcada por la migración

Marsella, ciudad del sureste de Francia que acogerá al papa Francisco el viernes, es uno de los mayores puertos del Mediterráneo, marcado desde su fundación por oleadas migratorias y la convivencia de distintas comunidades y religiones, temas clave de esta visita.

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"El principio fundador de esta ciudad es la mezcla de gente de fuera y gente de aquí", afirma Thierry Fabre, fundador de "Rencontres d'Averroès", un encuentro anual en Marsella para cuestionar el mundo a través del prisma del Mediterráneo.

Fabre recuerda el origen mítico de la "ciudad focense", la unión entre Protis, marinero griego llegado hace 2.600 años desde Focea (en la actual Turquía), y Gyptis, hija del jefe de una tribu local. "Esta historia (...) se transforma, pero se mantiene".

El comercio, especialmente colonial, enriqueció la ciudad, que también quedó marcada por las guerras, la pobreza, las catástrofes. "Cada vez que hay una gran conmoción histórica, hay una réplica en Marsella: es la ciudad sismógrafo", explica Fabre.

Marsella, de unos 875.000 habitantes actualmente, ha acogido a griegos, italianos, armenios, judíos de Europa central o del norte de África, magrebíes... y más recientemente a ucranianos y a subsaharianos, supervivientes de la peligrosa travesía mediterránea.

El papa Francisco "no cesa de denunciar esta tragedia" que ha convertido el mar en un cementerio, subraya François Thomas, presidente de SOS Méditerranée, oenegé con sede en Marsella que fleta el Ocean Viking, un buque de rescate de migrantes.

Su primera visita papal en 2013 fue de hecho a Lampedusa, isla italiana que vive una nueva oleada de llegada de migrantes. Más de 28.000 personas han desaparecidos en el Mediterráneo desde 2014, según la Organización Internacional para las Migraciones.

Pero en Marsella, la llegada de migrantes no ha estado exenta de problemas, a pesar de la presencia desde la Edad Media de extranjeros "que alimentaron la economía y la expansión de la ciudad", señala Stéphane Mourlane, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Aix-Marsella.

"Este cosmopolitismo también fue percibido como una amenaza" en la ciudad, que vivió varios brotes de violencia xenófoba, por ejemplo contra los italianos en 1881, o contra los magrebíes en 1973.

- "Mala fama" -

Marsella es, no obstante, "una ciudad bastante bondadosa y humana, donde la gente convive", afirma Blandine Chelini-Pont, profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de Aix-Marsella, especializada en cuestiones religiosas.

Pero la duda reside en si realmente existe una acogida y tolerancia o si es "un cúmulo de comunidades que no se mezclan".

Marsella, que alberga algunas de las mayores comunidades judía y musulmana de Francia, cuenta desde 1990 con un organismo que reúne a representantes de las principales religiones en torno al alcalde para fomentar el diálogo y apaciguar las posibles tensiones.

La segunda mayor ciudad francesa, que cuenta con algunos de los barrios más pobres de Europa, es conocida por sus valores "de apertura y mestizaje", aunque también tiene "mala fama" de violenta, señala Stéphane Mourlane.

La violencia vinculada al narcotráfico, presente en determinados barrios de la ciudad, le costó la vida a unas cuarenta personas desde enero.

Para Jean-Marc Aveline, arzobispo de Marsella que cursó la invitación al papa, "todo el mundo sabe [en Marsella] que en la identidad siempre hay un factor de alteridad".

Uno viene de fuera, pero "llega, ama esta ciudad, muy rápidamente es marsellés, puede estar orgulloso de ello, y no importa si no tiene papeles, ya los tendrá más tarde. Tiene una identidad, (...) formamos parte de algo", agrega.

K.Lang--MP