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Desplazados azerbaiyanos de 1992 sueñan con regresar a Nagorno Karabaj
Desplazados azerbaiyanos de 1992 sueñan con regresar a Nagorno Karabaj / Foto: Emmanuel Dunand - AFP

Desplazados azerbaiyanos de 1992 sueñan con regresar a Nagorno Karabaj

Hace treinta años -es decir, la mitad de su vida- que Azad Abbasov extraña la belleza de las montañas de Nagorno Karabaj. La victoria relámpago de Azerbaiyán sobre los separatistas armenios de este enclave del Cáucaso en disputa reavivó la esperanza de este desplazado de regresar a su pueblo.

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"Es mi obsesión", afirma este enseñante de 67 años vestido con saco y corbata en el pueblo de Terter, en Azerbaiyán.

Abbasov muestra en su teléfono una vista área de la ubicación de su antigua casa. "Lo miro a menudo", dice emocionado.

Es azerbaiyano, pueblo chiita de habla turca, y vive en Terter, ubicado a más de una hora de ruta de su lugar de origen, Umudlu, en Nagorno Karabaj.

Los recuerdos de aquel 28 de febrero de 1992, cuando tuvo que abandonarlo, están aún vivos: la muerte de su hermano, el helicóptero de rescate derribado y los kilómetros a pie para evacuar la zona.

Tras la partida del ejército soviético, Armenia y Azerbaiyán entraron en una guerra que se saldó con unos 30.000 muertos. En aquel momento 700.000 azerbaiyanos huyeron de Armenia y Nagorno Karabaj, y 230.000 armenios hicieron lo mismo de Azerbaiyán.

Incorporado por Stalin a la república soviética de Azerbaiyán en 1921, con autonomía desde 1923, este territorio es objeto de disputa desde hace décadas. Varias generaciones han pagado el precio.

El domingo, varios cientos de habitantes, de los 120.000 que viven en Nagorno Karabaj, en su mayoría armenios, partieron al exilio hacia Armenia.

Los separatistas anunciaron que entregaban sus armas y que los habitantes que perdieron su casa en los últimos combates podrían partir a ese país.

"Así como tuvimos que partir de nuestra casa de manera precipitada en 1992, estamos listos para volver rápidamente" y abandonar Teter, sus viejos Lada de la época soviética y el recuerdo omnipresente de la guerra, asegura Azad Abbasov.

Aquí, como en los pueblos de los alrededores, reinan afiches de puños levantados o flores de Khary Bulbul, símbolo de la reconquista de territorios de Karabaj en 2020, en particular de la ciudad de Shusha, considerada por Azerbaiyán como su capital cultural.

En Terter, un centenar de señales muestran los daños sufridos durante la guerra de 2020, como la cabeza de misil que sobresale como una verruga en el jardín de Javid Ismayilov, y que destruyó su casa. Una tetera azul, un ventilador retorcido y una chaqueta de cuero yacen aún entre los escombros, en una suerte de memorial a cielo abierto.

- "Animosidad" -

Como Azad Abbasov, los desplazados entrevistados por AFP dicen que sueñan con regresar a Nagorno Karabaj. "Estamos hartos de la guerra y el miedo", asegura Valiyeva Nazakat, de 49 años, que perdió a su marido durante el conflicto de 44 días en el otoño boreal de 2020.

Esta ex obrera de una fábrica de alfombras también perdió las bellas montañas, los manantiales y los viñedos de su pueblo de la infancia, Boyahmadli.

La zona fue reconquistada por las fuerzas azerbaiyanas. Pero el acceso está controlado de manera estricta. Y si en algunos lugares surgieron pequeñas nuevas ciudades, aún no están habitadas.

"Necesitamos condiciones pacíficas para volver", advierte Azad Abbasov. "Es necesario que mi pueblo sea liberado de manera correcta, hay que desminarlo, hay que construir rutas, hay que reconstruir casas. Hay que hacer muchas cosas", agrega.

También será necesario superar los antagonismos que crecieron durante generaciones y batallas.

"Hay que extraer las semillas de animosidad entre nosotros", dice Azad Abbasov, que menciona la cuestión del realojamiento.

Para él está fuera de discusión la posibilidad de vivir en una casa que no sea la suya. "Que los armenios vuelvan a su pueblo", repite.

De su lado, los desplazados armenios que huyeron el domingo del enclave se niegan de manera categórica a volver a sus casas si los "turcos", como muchos de ellos llaman a los azerbaiyanos, regresan también.

"Todo necesita tiempo, es un proceso largo", dice el treintañero Javid Ismayilov. "Pero podemos vivir los unos con los otros", quiere creer.

D.Wolf--MP