Alemania refuerza los controles fronterizos con Polonia y República Checa
Alemania reforzará sus controles fronterizos con Polonia y la República Checa a raíz del aumento de flujos migratorios, que puso bajo presión al gobierno de Olaf Scholz y a las regiones, desbordadas por la llegada de solicitantes de asilo.
La ministra alemana de Interior, Nancy Faeser, anunció este miércoles que se reforzarán los controles móviles en la frontera con Polonia (de 470 km) y de la República Checa (650 km).
Sin embargo, la ministra no anunció controles fijos, como los que exigen los conservadores de la CDU, principal partido de la oposición, una medida excepcional en el territorio de la Unión Europea (UE) de la que debe ser informada Bruselas.
"Pero no descarto que lo hagamos más tarde", si los controles adicionales "no funcionan", advirtió Faeser.
Hasta ahora, los únicos puntos de control fijos para entrar en Alemania se encuentran en la frontera austríaca, un legado de la crisis migratoria de 2015-2016, cuando la primera economía europea acogió a más de un millón de refugiados.
- Crispación exterior -
La situación actual es muy distinta a la de aquel entonces, cuando se contaban casi 200.000 entradas ilegales al mes en Alemania, pero las cifras de la policía reflejan un aumento del flujo, con un máximo constatado en agosto (15.000 entradas irregulares).
En lo que va de año, la policía registró cerca de 71.000 entradas ilegales, casi un 60% más que en el mismo periodo del año pasado.
En ese tiempo, también aumentaron las solicitudes de asilo, un 77% (204.000 contra 115.000), según las estadísticas oficiales.
Con el auge del partido de ultraderecha AfD, que está batiendo récords en intención de voto, la cuestión de la acogida de refugiados ha vuelto a copar el debate político.
El ministro de Finanzas, Christian Lindner, consideró este miércoles ante el Bundestag que Alemania "perdió parcialmente el control del acceso" a su territorio y que esta situación "no debía prolongarse".
Desde la oposición conservadora, Markus Söder pidió que se establezca un tope de 200.000 solicitantes de asilo por año, una idea que el gobierno rechazó.
Desde el exterior, el gobierno alemán también está siendo criticado.
Italia le reprochó que suspendiera la acogida de migrantes transferidos por Roma en el marco de un programa europeo de solidaridad, una medida de Berlín en respuesta a la decisión del Ejecutivo italiano de incumplir su obligación de atender a los solicitantes de asilo rechazados por otros países y que habían pasado previamente por Italia.
Con Polonia, por donde transitan los migrantes procedente del este, las relaciones tampoco están en su mejor momento: la semana pasada, Berlín y Bruselas instaron a Varsovia a dar explicaciones sobre un supuesto fraude de visados de entrada a la UE que salpicó a miembros del gobierno polaco.
Y dentro de Alemania, municipios y regiones se han declarado al borde de sus capacidades de acogida de migrantes.
Una situación muy delicada si se tiene en cuenta que, en menos de dos semanas, el 8 de octubre, se celebrarán unas elecciones regionales que supondrán una prueba para Olaf Scholz, en Baviera (sur) y en Hesse (centro).
La ministra del Interior es candidata de los socialdemócratas, el partido de Scholz, en Hesse, donde se ubica Fráncfort.
P.Mueller--MP