Masacre en un transbordador en el río Níger en Malí
Los pasajeros acostumbrados a descender el Níger a bordo del transbordador "Tombouctou" ya habían vivido disparos desde la orilla del río. Pero ese día, Alhadj M'bara entendió rápidamente que ocurría algo distinto.
Las detonaciones que obligaron a este comerciante y a los demás pasajeros a tumbarse en la cubierta el 7 de septiembre anunciaban un diluvio de fuego que mataría a decenas de personas y dejaría calcinada esta embarcación que conecta las ciudades fluviales de Malí a lo largo de cientos de kilómetros de tierras semidesiertas.
Incluso para un país habituado a las masacres de yihadistas, milicianos, soldados o mercenarios del grupo ruso Wagner, la matanza perpetrada a una veintena de kilómetros de Bamba, entre Gao y Tombuctú, fue singular, y no solo por su magnitud.
Nadie sabe realmente qué provocó los 15 minutos de diluvio de cohetes, disparos y llamas contra los cien pasajeros y nadie asegura que se llegue nunca a saber.
Doce testigos aceptaron relatar los hechos a la AFP. Narran el terror, pero también el sacrificio de los soldados y la solidaridad entre las víctimas.
El comerciante maliense M'bara se describe como un "veterano" del "Tombouctou", un barco con tres cubiertas blancas y azules, el buque insignia algo anticuado de la Sociedad Maliense de Navegación.
Desde su casa en Tombuctú, el sexagenario cuenta que embarcaba en el transbordador para vender pequeños artículos de consumo en los varios días de trayecto.
- Señales de alarma -
Cuando los hechos se desencadenaron en el alba del 7 de septiembre, había al menos 500 personas en el barco, concebido para un máximo de 300. Era la hora del desayuno y los viajeros estaban inquietos.
"Desde que zarpamos de Tombuctú escuchamos rumores de que el barco sería atacado", cuenta M'bara con voz rasposa.
Hacía semanas que se estaba cociendo una escalada de hostilidades entre grupos armados en el norte, yihadistas, separatistas y soldados.
La misma ciudad de Tombuctú está bloqueada por un movimiento afiliado a Al Qaida, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (GSIM), y cualquiera que entre o salga de ella es un objetivo potencial.
El río suele ser una alternativa de transporte más segura, pero días antes un adolescente murió por un cohete y en la víspera del ataque otro barco que navegaba por el río advirtió del peligro.
Sobre las 9 de la mañana, el transbordador navega por un meandro bordeado de juncos. La estudiante Aicha Traoré toma fotos desde la cubierta cuando divisa unas furgonetas en las dunas en el horizonte.
"Algunos murmuran que puede ser el vehículo del jefe del pueblo", explica la joven que, de todos modos, fue con otras personas a informar a los soldados que había a bordo.
M'bara acaba de mandar a su hijo a por un té cuando "empiezan los disparos", relata.
Los soldados ordenan a todos tirarse al suelo. "Algunos se tumban encima nuestro para protegernos", rememora Abdoul Razak Maiga, estudiante de 19 años.
- ¿Cuántos muertos? -
En el pasado, el transbordador ya fue blanco de tiros, dice M'bara. Pero "esta vez fue distinto. Estábamos en el suelo, de repente salió un cohete" de unas embarcaciones que seguían al "Tombouctou".
"A partir de entonces, fue un sálvese quien pueda", recuerda.
Los soldados intentaron responder, pero quedaron en medio del fuego de armas ligeras y cohetes. Tres proyectiles alcanzaron el motor y provocaron un incendio que se propagó.
"Le di mi hermano pequeño a una persona para lanzarme al agua. Entonces hice una señal para que me lanzara a mi hermano. Pude nadar con él hasta la orilla. Todas nuestras maletas, nuestra ropa y zapatos quedaron" en el barco, explica Fatoumata Coulibaly, una comerciante.
En medio del pánico, Aissata Issa Cissé, otra pasajera, perdió a su hija. "No tengo noticias de ella. Busqué en vano, ignoro si está viva o muerta".
El capitán consigue atracar y los aldeanos de la zona son los primeros en auxiliar a los supervivientes.
Horas después llegan soldados y una quincena de hombres armados, presuntamente mercenarios de Wagner. Los agresores desaparecieron pero la carretera es demasiado peligrosa para evacuar a los rescatados, que pasan la noche junto al barco en llamas que se va consumiendo.
Entierran los muertes allí mismo. Lo remoto del lugar, la falta de comunicaciones y el miedo a hablar hacen difícil saber cuántos hay.
Aun así, las informaciones de la masacre corren rápidamente y empiezan a circular imágenes del barco en llamas.
- Resiliencia -
En la noche, el gobierno informa de 49 civiles y 15 soldados muertos en este ataque y en otro contra posiciones del ejército en Bamba, que atribuye al GSIM.
La AFP encuentra una reivindicación del GSIM del ataque contra el ejército, pero no contra el ferri.
Después las autoridades y perfiles favorables a la junta militar en redes sociales empiezan a apuntar también a los separatistas predominantemente tuaregs de la zona, que acaban de rebelarse contra el Estado.
Un responsable de la Coordinación de Movimiento de Azawad, principal alianza de los separatistas, desmiente a la AFP cualquier implicación.
Por otro lado, los testigos desmienten el balance oficial. Varios supervivientes aseguran que 111 víctimas fueron enterrados en tres fosas distintas para hombres, mujeres y niños. Eso sin contar aquellos que murieron quemados o ahogados.
La junta en el poder anuncia tres días de duelo y anula los festejos para el aniversario de la independencia el 22 de septiembre.
También anuncia una compensación a las víctimas (de unos 400 dólares según testigos) y una investigación para que el ataque "no quede impune", en palabras del jefe de la junta, el coronel Assimi Goita.
Hasta ahora no se han identificado los autores y ningún testigo se pronuncia al respecto.
El día después de la tragedia, al final de la tarde, unas embarcaciones llevan a los 400 supervivientes a la localidad de Gourma-Rharous, decenas de kilómetros río abajo, donde esperan varios días antes de ser enviados a sus hogares.
En su casa de Tombuctú, Aicha Traoré, la estudiante, recuerda en las noches los gritos de terror. Dice que fue la única superviviente de su cabina.
También en esta ciudad, el comerciante Alhadj M'bara reza para que el tráfico se reanude por el río. "Quedarse de brazos cruzados no es la solución".
J.P.Hofmann--MP