Refugiados sudaneses en Chad cuentan los horrores de la guerra en Darfur
La guerra en Sudán arrojó al exilio a miles de habitantes de Darfur, donde la comunidad internacional teme una limpieza étnica, y muchos se dirigen a los ya sobrecargados campos de refugiados del desierto de Chad.
Mariam Adam Yaya, de 34 años, trata de engañar el hambre con un té que hace hervir con la leña que le sirve para calentar su precario refugio en el campamento de Adré, en el este chadiano.
La mujer masalit, una etnia no árabe, cuenta que cruzó la frontera a pie con su hijo de ocho años a cuestas tras cuatro días de caminata, pero que dejó a otros siete hijos al huir de su aldea, atacada por individuos "fuertemente armados".
Sudán está sumida desde el 15 de abril en una guerra entre el ejército al mando del general Abdel Fatah al Burhan y los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Hamdan Daglo.
En Darfur, los civiles son objeto de todo tipo de atrocidades y la ONU teme un nuevo genocidio en la región.
"En Ardamata vivimos una situación espantosa. Las Fuerzas de Apoyo Rápido mataron indiscriminadamente a niños y ancianos", relata Mariam Adam Yaya a la AFP.
Según la Unión Europea (UE), más de mil personas fueron asesinadas por grupos armados a inicios de noviembre en Ardamata. La ONU estima que en la semana siguiente a la matanza unos 8.000 habitantes de esa ciudad de Darfur occidental huyeron hacia Chad.
Estados Unidos y otros países occidentales acusaron a "miembros de las FSR y de milicias aliadas de haber cometido crímenes contra la humanidad y acciones de limpieza étnica".
Cuando los refugiados cruzan la frontera y entran en la provincia chadiana de Ouaddaï, se instalan en los ya hacinados campos administrados por oenegés o en construcciones improvisadas.
Chad, Estado centroafricano y segundo país menos desarrollado del mundo según la ONU, acoge al mayor número de refugiados sudaneses --484.626 personas desde el inicio del conflicto en abril--, según las últimas cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
Al sufrimiento del exilio y las atrocidades vividas se añade el hambre y las tensiones por la falta de agua. Desde su llegada, Adam Yaya y su hijo "apenas" comen, explica a la AFP.
- "Por el color de piel" -
Sentada en una cama de un centro de urgencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) a las afueras del campo de Adré, Amira Khamis, una mujer masalit de 46 años, descansa sus dos pies fracturados por la metralla.
Superviviente pero traumatizada, Khamis perdió a cinco de sus hijos y relata la violencia indiscriminada que sufrió por su "afiliación comunitaria".
"Mataron a todas las personas de piel negra oscura", afirma, añadiendo que fue testigo de la violación de mujeres.
Mahamat Nouredine, joven de 19 años con el brazo derecho fracturado, confirma la implacable persecución de los masalit.
"Un grupo de las FAR nos persiguió hasta un hospital e intentó matarnos a todos (...) nos tumbaron en el suelo en grupos de 20 y nos dispararon", relata el joven, que consiguió huir a Chad.
"Su objetivo inconfeso es matar a la gente por el color de su piel", afirma, lamentando el asesinato de cuatro miembros de su familia.
Para Gerard Uparpiu, coordinador del programa de MSF en Adré, "la situación está adquiriendo proporciones preocupantes con la afluencia de nuevos refugiados sudaneses".
"Recibimos a estas personas que llegan en condiciones muy críticas. Están impactados física y psicológicamente", añade.
Especialmente porque el camino hasta Chad fue igual de peligroso.
"También nos atacaron cuando me llevaban a Chad para recibir tratamiento", asegura Amir Adam Haroun, refugiado masalit cuya pierna quedó destrozada por un fragmento de explosivo.
En ocho meses de guerra en Sudán, 12.000 personas han muerto según una estimación prudente del Armed Conflict and Event Data Project. La ONU afirma que casi 6,8 millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares.
S.Schuster--MP