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Mujeres desplazadas en Gaza cuentan el giro que dio su vida con la guerra
Mujeres desplazadas en Gaza cuentan el giro que dio su vida con la guerra / Foto: - - AFP

Mujeres desplazadas en Gaza cuentan el giro que dio su vida con la guerra

La implacable campaña militar israelí en respuesta a los letales ataques de Hamás del 7 de octubre transformó drásticamente la vida de la mayoría, si no de todos, los habitantes de la Franja de Gaza.

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Los ataques de Hamás fueron los más mortales en los 75 años de historia de Israel, con 1.140 muertos, según un recuento de la AFP a partir de datos oficiales israelíes.

La respuesta de Israel ha dejado más de 20.000 muertos en el territorio palestino, según el ministerio de Salud de Hamás, que controla la Franja de Gaza.

Dos tercios de los 2,4 millones de habitantes de Gaza han sido desplazados, según la ONU.

La AFP ha hablado con tres mujeres palestinas que relatan cómo la guerra dio un vuelco a sus vidas.

- Nour al Wahidi, 24 años, médica interna -

Con un estetoscopio en el cuello, Wahidi recuerda pasar 38 días seguidos atendiendo a pacientes en condiciones terribles en el hospital Al Shifa, de la ciudad de Gaza.

"Había trabajado en momentos de escalada estos últimos dos años, pero todo es diferente en esta guerra: la extensión, el saldo de muertos, la gravedad de las heridas, el desplazamiento", explica.

Wahidi lleva un mes viviendo en un apartamento con 20 miembros de su familia, que ha tenido que desplazarse dos veces desde el inicio del conflicto.

La internista trabaja en las urgencias del hospital kuwaití de Rafah, en el sur de Gaza.

"Cada día veo sufrimiento que nunca imaginé ver", afirma.

Wahidi perdió el contacto con los familiares que se quedaron en la ciudad de Gaza porque las comunicaciones se caen con frecuencia. Otros parientes se refugiaron en albergues de la ONU.

"Antes tenía todo lo que necesitaba en casa. Ahora estoy en este sitio extraño sin agua ni comida", agrega.

"La situación es catastrófica", dice, advirtiendo sobre la "rápida propagación de enfermedades".

Aún así, se dice a sí misma que otros están peor.

"Después de trabajar puedo volver a casa, puedo cocinar y encender una fogata. Me lavo las manos cuando hay agua", dice citando sus bendiciones.

Pero "nadie merece vivir así", zanja.

- Sondos al Bayed, 32 años, ama de casa -

Originaria de la ciudad de Gaza, Bayed vive ahora en una carpa frente al hospital kuwaití de Rafah, con su esposo periodista y tres hijos.

"Nuestra vida ha dado un vuelco. Ha sido un giro de 180 grados", dice, citando las múltiples mudanzas desde que se fueron de la ciudad de Gaza.

Primero se instalaron en la ciudad sureña de Deir al Balah, pero la familia que les acogía les pidió rápidamente que se fueran.

Fue "por temor de que los periodistas fueran blanco" de los bombardeos israelíes, explica Bayed.

"Lloré tanto (...) no sabía qué hacer".

La familia partió a Jan Yunis (sur), pero sus planes volvieron a cambiar cuando el ejército israelí ordenó evacuar la zona, por lo que se fueron más al sur, cerca de la frontera con Egipto.

Con los pocos alimentos que consigue, prepara la comida de sus hijos, pero se niegan a comer: "la comida está mala y vencida".

"Antes éramos felices y teníamos una vida estable. Soñábamos con una casa más grande. Quiero (esa vida) de vuelta", dice.

- Lynn Ruk, 17 años, estudiante -

Ruk vive en un campamento improvisado en Rafah junto a sus padres, hermano, cuatro hermanas y sobrina.

"Me quejaba de que mi vida era aburrida. La guerra cambió todo", comenta.

Su familia abandonó su casa en Jan Yunis un día después del estallido de la guerra.

"Tomamos una foto de la casa, llorando", recuerda.

Al principio se quedaron en casa de una de sus hermanas, pero cuando se puso peligroso, partieron al hospital Nasser en la ciudad, antes de terminar en Rafah.

"Pensé que regresaríamos a casa después de una semana. Han pasado más de 70 días y aún no vamos a volver", se lamenta.

La adolescente dice que ha perdido siete kilos desde el inicio de la guerra, se ha enfermado varias veces y en una ocasión se desmayó y tuvieron que llevarla a urgencias.

"Nunca pensé que mi vida se vería así. Antes de la guerra me bañaba todos los días", afirma.

"Ahora con suerte me lavo una vez por semana en la mezquita, en las pilas reservadas para las abluciones, cuando hay agua", precisa.

Ruk teme por su vida y las de sus amistades.

Quiere ser periodista y espera poder viajar al exterior para hacer realidad sus sueños.

"Espero poder volver a mi vida de antes, la que no me gustaba", dice.

Y.Ingvar--MP