Los desplazados de la ciudad rusa de Belgorod intentan olvidar los bombardeos
Cuando prende la televisión, en el hotel de una localidad rusa donde se aloja temporalmente, Anna Demkina rehúye los programas sobre el conflicto en Ucrania y sólo mira dibujos animados con sus dos hijos de dos y cuatro años.
Esta ingeniera de 36 años se instaló en Stari Oskol, a menos de dos horas de carretera de Belgorod, de donde se marchó debido a la intensificación de los bombardeos procedentes de Ucrania.
"Decidimos irnos por los chicos, temíamos por sus vidas", cuenta a la AFP.
"En cualquier lado que estuvieran, en casa o en el jardín infantil, estaban indefensos", agrega.
Las autoridades le dijeron que puede quedarse en Stary Oskol hasta el final "de la SVO", abreviatura en ruso de "operación militar especial", la terminología oficial para describir la ofensiva de Rusia contra Ucrania.
Belgorod, capital regional con 335.000 habitantes, es regularmente blanco de los ataques de Kiev, en respuesta a los bombardeos de envergadura sobre Ucrania, que causaron miles de muertos, heridos y millones de refugiados.
El 30 de diciembre el centro de la ciudad sufrió el ataque más mortífero en Rusia desde que Moscú inició la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022.
Murieron 25 personas, entre ellas varios niños, y otras 100 resultaron heridas.
Los ataques contra Belgorod continuaron después del bombardeo y cientos de civiles optaron por marcharse.
El gobernador anunció el domingo la evacuación de más de 2.000 niños. La vuelta a la escuela se retrasó hasta el 19 de enero y los habitantes fueron llamados a asegurar sus ventanas para protegerse de fragmentos de vidrio durante los ataques.
- "Bajo presión" -
Más de 300 personas, entre ellas unos 100 niños, llegaron a Stari Oskol procedentes de Belgorod, según el responsable municipal de la agencia de protección civil, Alexéi Oleinikov.
"Estamos en un territorio donde los proyectiles no caen", asegura el funcionario.
El hotel que alberga a Anna acoge a varias decenas de desplazados y organiza actividades para ayudarles a pensar en otra cosa.
Arina Kondratenko, trabajador sanitario del hospital local, afirma que algunos parecen estar tranquilos pero otros están visiblemente "bajo presión". Trata de tranquilizar ante todo a los padres.
"Si la madre está tranquila, el niño también", asegura.
Lía Gruzdova, de 39 años, desplazada con sus tres hijos, no oculta haber sufrido un gran trauma. Vivía en Belgorod, no lejos de donde tuvo lugar el ataque del 30 de diciembre. Las paredes de su departamento temblaron.
"No podíamos quedarnos", dice. "Teníamos mucho miedo".
En la cocina del hotel una pantalla permanece conectada a una cadena de noticias que muestra disparos, explosiones y la producción de cohetes.
En otra sala del establecimiento, las madres y sus hijos participan en un taller de escultura.
Anna esculpió pequeños ángeles de arcilla, "porque creemos que las cosas mejorarán y que este horror finalmente acabará", subraya.
Al igual que muchos rusos, llama a la paz sin interrogarse públicamente sobre las causas del conflicto, ya que cualquier crítica al poder puede llevar a la cárcel.
En Stary Oskol, carteles de propaganda halagan "la grandeza del ejército ruso" y otros muestran a niños vestidos con uniforme militar.
En la plaza principal, un monumento a las víctimas de Belgorod está rodeado de juguetes, flores y velas. Larisa Chistiakova, empleada municipal de 56 años, retira la nieve que los cubre.
Recuerda los primeros tiempos del conflicto, cuando helicópteros y aviones de combate sobrevolaban su ciudad.
"El marido de una chica que trabaja con nosotros murió. Creo que estuvo dos meses en la guerra, y luego murió. Mucha gente que conozco está muerta", resume.
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M.P.Huber--MP