"Nadie puede detener el agua", el cambio climático ahoga las esperanzas en Fiyi
El océano ya devoró el cementerio de Togoru, pequeña aldea de la isla más grande del archipiélago de Fiyi, cuyos habitantes temen, debido al calentamiento global, tener pronto los pies en el agua.
Lavenia McGoon, de 70 años, estaba allí cuando las tumbas quedaron sumergidas. Desde entonces, teme el día en que las olas lleguen a su puerta.
La anciana apila neumáticos bajo los cocos del paseo marítimo, esperando que esta protección improvisada le ofrezca un respiro.
Para ella, es solo cuestión de tiempo antes de que el cambio climático y el aumento de las aguas la empujen, junto con su familia, a huir. "Nadie puede detener el agua", explica a la AFP.
Togoru es un pequeño pueblo en la costa sur de la isla Viti Levu. McGoon, apodada "Big Nana" por sus vecinos, vive aquí, a orillas del océano, desde hace casi 60 años. Su pequeña casa de madera no tiene electricidad ni agua corriente.
La anciana levanta el dedo hacia las olas. "Teníamos una plantación justo ahí", recuerda.
Pero la tierra firme desapareció. "En 20 o 30 años hemos perdido casi 55 metros", detalla.
Los aproximadamente 200 muertos enterrados en Togoru fueron perturbados por el océano mientras dormían. McGoon cuenta que los restos de la mayoría de ellos fueron trasladados más lejos.
"Big Nana resiste y se niega a irse, aferrándose a su pequeño rincón de paraíso. De todos modos, "mudarse a (su) edad" la haría enfermar, explica.
Fiyi, rodeado por las aguas del Pacífico, se prepara para el día en que la vida en las aldeas costeras será imposible. El desafío es colosal.
El gobierno estima que más de 600 municipios deberán ser evacuados y que 42 aldeas ya están gravemente amenazadas. Más del 70% de los 900.000 fiyianos viven a menos de cinco kilómetros del paseo marítimo.
Según la universidad australiana de Monash, las aguas del Pacífico occidental se elevan entre dos y tres veces más rápido que la media.
Las pequeñas naciones cercanas al nivel del mar, como Kiribati o Tuvalu, podrían quedar completamente inhabitables en 30 años.
En su desgracia, Fiyi puede alegrarse de tener algunas montañas.
- Antes había muchos peses -
La aldea de Vunidogoloa en la isla de Vanua Levu, se instaló en un terreno de mayor altitud en 2014, convirtiéndose en uno de los primeros en tener que desplazarse debido a la subida de las aguas.
Por su parte, los 200 habitantes de Veivatuloa, a 40 kilómetros de la capital Suva, prueban todas las soluciones a su disposición.
El muro anti-sumergimiento, que protege el pueblo, resiste como puede y los residentes presionan regularmente al gobierno para que lo fortalezca.
Sairusi Qaranivalu, un portavoz local, cree que mudarse es un gran sufrimiento para los fiyianos, donde el vínculo con la tierra y los antepasados es parte de las costumbres.
"Es como deconstruir nuestra vida tradicional", subraya.
Otro problema es que, a medida que se acerca el océano, los pescadores tienen que ir cada vez más lejos para encontrar peces.
Antes de la subida de las aguas, bastaba con hacer una veintena de metros, recuerda Leona Nairuwai, un anciano de Veivatuloa. "Pero ahora hay que ir en lancha a 1,6 km para poder pescar. Hay una gran diferencia", destaca.
Aproximadamente la mitad de la población rural de Fiyi sobrevive gracias a la pesca, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Abaitia Rosivulavula, un guía local y pescador de subsistencia, cuenta que se gana la vida vendiendo sus capturas en los restaurantes de Pacific Harbour, un importante lugar turístico del archipiélago.
Con su bote se dirige a un arrecife cercano. La mayoría de sus señuelos serán comidos por tiburones o peces demasiado pequeños. "Antes había muchos peces, pero ya no es el caso", asegura a la AFP antes de relanzar su línea.
Según una clasificación del Índice de Conservación de la Pesca Natural Amenazada, Fiyi es la 12ª pesquería más amenazada por el cambio climático de 143 países.
Otras cuatro naciones del Pacífico: Micronesia, las Islas Salomón, Vanuatu y Tonga, están entre las 10 primeras.
De regreso en Togoru, "Big Nana" considera que los países pequeños como el suyo están pagando el precio por aquellos que se niegan a reducir sus emisiones.
"No piensan más que en ganar dinero, fustiga, nunca piensan en los demás, en los que van a sufrir", exclama.
A.Meyer--MP