La Patagonia submarina chilena, el otro pulmón verde del planeta
La Patagonia chilena esconde bajo el mar los mayores y mejor conservados bosques de algas, uno de los ecosistemas que captura más carbono en el mundo junto a la Amazonía.
A comienzos de abril la ONG estadounidense Mission Blue viajó a la zona costera del sur de Chile, a unos 1.400 km al sur de Santiago, en una expedición de reconocimiento de la "Patagonia submarina".
Doce científicos, videastas y fotógrafos descendieron hasta 30 metros de profundidad para recolectar información de este ecosistema casi inexplorado.
"Cuando te dicen Patagonia, uno se imagina cerros, rocas grandes, vientos, pero pocos saben lo que hay bajo el agua", dice Maximiliano Bello, experto chileno en política oceánica y parte de la expedición.
Allá abajo, como si fuera el viento, las olas mueven los grandes tallos y hojas de las macroalgas que pueden medir hasta 20 metros. Las rodean una infinidad de especies marinas de múltiples colores: turquesa, amarillo, violeta o rosado.
Estas algas (Macrocystis pyrifera), conocidas popularmente como Huiro, son una de las especies de crecimiento más veloz en el mundo. Crecen hasta 30 veces más rápido que las plantas terrestres.
A 10 o 15 metros de la superficie asoman también corales de agua fría, algo que en otras zonas del planeta sólo se encuentra a 2.000 metros de profundidad.
El equipo navegó por nueve días por los cientos de islas, fiordos y canales en los que se desgrana allí el continente americano, con inicio y arribo en la ciudad de Puerto Montt.
La expedición debía ser liderada por Sylvia Earle, una reconocida oceanógrafa estadounidense que a los 87 años aún se sumerge en las profundidades del mar. Sin embargo, Earle se enfermó poco antes de viajar a Chile.
- Divulgar para proteger -
La mitad de los bosques de algas en el mundo han desaparecido por la actividad humana y el cambio climático. El caso más emblemático es el de California, donde el 97% de ellos se perdieron, dice Bello.
"Queremos mostrar qué es lo que se puede perder si no lo protegemos", explica.
"Sabemos que la Patagonia tiene los bosques de algas continuos más grandes y en mejor estado del mundo" y que estos "podrían tener un poder capturador de carbono incluso mayor que el del Amazonas", agrega este experto.
Al igual que las plantas terrestres, las algas gigantes hacen fotosíntesis. Utilizan la energía del sol para convertir el dióxido de carbono en compuestos orgánicos y liberar oxígeno. Tienen, además, la particularidad de retener carbono entre sus tejidos.
Estos bosques gigantes mantienen la estructura de las costas, regulan el PH de las aguas y proveen un lugar de refugio, desove y alimento a invertebrados y peces.
"Son verdaderos jardines infantiles de muchas especies, como jureles, sardinas, chungungos y huillines (nutrias de agua salada y de agua dulce), locos (abalones, tolinas o chanques), erizos y pulpos", destaca Bello.
En Chile, se puede encontrar bosques de huiros desde Arica, en la frontera norte, hasta el Cabo de Hornos, una de las últimas zonas habitadas del planeta.
Están presentes también a lo largo de la costa del Pacífico en Norteamérica, y en Sudamérica en la costa pacífica y atlántica, así como en Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda e Islas subantárticas.
- Una amenaza no cosmética -
La Patagonia submarina cuenta con un mínimo de protección ambiental. El gobierno de Gabriel Boric prometió multiplicar los esfuerzos para la conservación de estos ecosistemas en Chile, hogar de un tercio de los bosques submarinos de algas gigantes del mundo, según la ONG Ocean Wise.
Una de las principales amenazas que enfrentan es la explotación de alginato, componente principal de los cosméticos, que se extrae de las algas, principalmente de manera ilegal en las costas del norte del país.
"Antes de que llegue a la Patagonia, sino protegemos de esta amenaza, sino detenemos lo que está pasando en el norte, vamos a perder una de las pocas respuestas para poder acabar con el cambio climático", advierte Bello.
A.Kenny--MP